martes, 22 de octubre de 2013

José Manuel Alfaro Basilio



Nació en Tarifa en 1957, pero vive desde 1965 en San Fernando. Finalizó los estudios de Magisterio en la Escuela Normal Josefina Pascual de Cádiz en el año 1978. Al cabo de los tres años, obtuvo el título de Pedagogía Terapéutica, especialidad que ejerció a lo largo de veintidós años en sus distintas modalidades como funcionario del Estado hasta el año 2005.

En el año 2009, ingresó como miembro de la tertulia poética y literaria Río Arillo de San Fernando en cuya revista Pléyade, publica relatos y poemas.
También colabora con la revista literaria digital Ariadna r.c.

De su afición a escribir y de la constatación del valor terapéutico de la escritura data alguna aportación esporádica en la revista Ateneu de Malgrat del Mar, así como de escritos que solo ven la luz en la sección de Cartas al Director de la prensa escrita o digital, o se mantienen en el disco duro de su PC personal.

Es autor de “La jubilación del delantal”, su primer libro editado por Publicaciones del Sur el pasado mes de noviembre del 2013.

Amante de la pintura, del deporte, de la música, la naturaleza y las humanidades, le sigue seduciendo la belleza como valor incombustible a defender en todos sus sentidos, amplitud y diversificación.


Actualmente tiene en preparación su segundo libro en cuya obra correlaciona la importancia del vivir en el presente –desde una visión occidentalizada-, con la poesía japonesa –haikus y haibun-.


La poesía que yo quiero


No escribo poesías para colocarme laureles,
más bien para quitarme espinas.
Si consigo quitar las suficientes
habré traspasado los versos
para encontrarme con las cicatrices de la armonía interior.

Cuando llegue a este acontecimiento
solo podré decir:
¡pon un poco de poesía en tu vida!

El dolor del espíritu no solo se alivia con las recetas de la farmacopea.
Las palabras se clavan,
por eso viven las espinas,
y solamente mejoran
cubiertas con las gasas de la poética sanadora.

Llegado a este punto, ya puedo aliviar a las madres doloridas
que perdieron a sus hijos queridos en manos del infortunio
cantándoles una canción con la belleza de los grafismos
y el consuelo de la comprensión
que encierra abierta en flor
los estambres de mi corazón herido.

De esa forma comprenderán
que en las palabras,
también viven sus hijos.



Transcendencia

Estoy cansado de tanta transcendencia,
por eso hoy no quiero transcender.
Dejo el pensamiento para retozar en los sentidos
y enlodarme en mi alrededor cercano,
o escalofriarme en mis terminaciones nerviosas.
Dejo el cielo para bajar a la tierra,
y las nubes para recrearme en los jardines.
Dejo las estrellas para tocar las caricias
y los pájaros para mirar las mariposas.
Dejo las acometidas de las ideas en el tiempo, para refugiarme en el ahora atento.
Dejo la filosofía para escribir un haikú
y el orgullo para probar el perdón.
Dejo el libro maestro para destaponar el suavizante concentrado.

Olvido la cabeza para reencontrar el cuerpo
de la hermosura de lo tangible
y el beneplácito de las emociones.

De todas las formas,
tomo conciencia del ahora,
y siento el momento para posarme
en el instante dinámico de mis pies y mis manos.

De todas las formas…


Quién me vende un abrazo


Quién me vende un abrazo en el devenir del tiempo,
pues aquellos que conocí en la infancia han resultado muertos.
De los otros solo quedan pretextos.

¡Quién me vende un abrazo mientras necesite del consuelo!
Algunos son de exiguo afectuosos aunque demuestren su contento.
Unos pocos, en los de sangre, los abrazos se tornan besos. Algunos son abrazos yermos.
Pero yo quiero un apretón para sentir que vivo entero.

El día que pueda comprarlo llevaré mi tesoro dentro.
Y, una vez en mi corazón, podré regalar el abrazo a la abuela que perdió al abuelo.

Con mi afecto su soledad lapidará el negro.

No hay comentarios:

Publicar un comentario