martes, 17 de octubre de 2017

EUSEBIO ORIA




El reencuentro con la escritura a una edad adulta y empezar a participar en recitales, supone un antes y un después en mi vida. Es como cuando te gusta mucho una película y no puedes evitar mostrársela a los demás para que disfruten de ella tanto como tú. Ahora todos esos mundos, historias, sentimientos, que bullen en mi interior y que tanto me llenan, pueden ser vividos por otros, y eso es fascinante. Si a ello se le suman las participaciones en publicaciones, encuentros, tertulias y medios, se convierte en una experiencia única y enriquecedora. Ya sea desde la asociación Academus, o a nivel particular, procuro aportar mi granito de arena, como aprendiz que soy, a algo tan grande como es la Poesía.
No puedo evitar en esta ocasión, mencionar especialmente a mi buen amigo; nuestro buen amigo y compañero Paco Laínez, fallecido este mismo año. Al que echaré de menos y al que dedico el siguiente poema a modo de particular elegía y homenaje.



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SE CONVIRTIÓ EN COSTUMBRE              (A mi amigo Paco Laínez)


El ritmo,
la métrica
que tienen los encuentros poéticos
con sus pautas, ya tan familiares,
esa magia
que guardan las palabras
en boca de un poeta
cuando canta sus cuitas.
La hermandad que nace
al calor de unos versos
cuando se vierten en suelo fértil.
No tienen comparación.
Todo ello nos unió
con lentitud,
como nacen las buenas amistades.
Todo ello y…
¿cómo no?
tu facilidad para darte,
tus chanzas,
tus historietas,
tus batallitas.
Fue tan sencillo,
lo hiciste tan fácil…
que se convirtió en costumbre.
Costumbre el buscarnos cada año
entre la maraña de buenos colegas.
Costumbre sentarnos siempre juntos,
como un acuerdo tácito.
Costumbre recibir noticias tuyas
en la red,
en forma de poemas,
saludos desde el Bierzo,
recuerdos para mi hija.
Siempre tus fotos de montañas,
de espacios a media luz para tus poemas,
de ti mismo,
tan entrañable,
tan formal
con tu abrigo y tu sombrero,
sacándome una sonrisa,
al saberte yo tan guasón y tan gaditano.
O recibir tus poemarios,
cada año
sin previo aviso,
haciéndome sentir privilegiado.
Se convirtió en costumbre
verte, amigo,
luchando contra el mal
cual Errol Flynn,
a capa y espada,
siempre en la cuerda floja,
fintando como esgrimista
a esa maldita enfermedad.
Acudiendo cada año a la cita,
con el mundo por montera,
a pesar de ese puñetero mal
que no acababa de irse nunca.
Siempre dando gracias a Dios
por un año más,
un encuentro más,
un verso más.
Se convirtió en costumbre
saberte ahí,
al otro lado del cristal.
Hasta tu fragilidad
se me antojó irreal
a fuerza de costumbre.
Nuestros amados recitales,
tu amada y siempre añorada Cádiz,
ya no me parecerán lo mismo sin ti.
Porque se convirtió en costumbre quererte, amigo,
se convirtió en costumbre.         

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