sábado, 7 de octubre de 2017

JUAN DELGADO MÚÑOZ


Nace en La Isla (San Fernando) en el Patio de San Francisco, ubicado a las espaldas de la Iglesia Castrense en plena Calle Real, y en esta población vive su juventud. Su vida se ha desarrollado, por motivos profesionales, casi siempre en ciudades de la costa, junto al mar; La Isla, San Sebastián, Ceuta, Cádiz,… Pero es en el Barrio de la Viña (Cádiz) donde finalmente se establecerá su familia, y es allí donde verá a sus hijos jugar y crecer en la Caleta. Por ello, tiene su alma dividida y se siente un híbrido entre “cañailla” y “caletero”.
Desde su juventud tuvo una inclinación “natural” hacia la poesía, alentada en gran medida por algunos  profesores durante el Bachillerato, y lee y memoriza con asiduidad a sus poetas preferidos: Machado, Hernández, Alberti,… A estos autores irán agregándose otros muchos, con posterioridad, como Juan Ramón, Pepe Hierro, Gloria Fuertes, Carmen Conde,…etc.  Pero no es hasta el año dos mil cuando comienza a escribir sus primeros poemas.
Sus versos están en gran medida íntimamente relacionados con el mar, la naturaleza y Cádiz. Aunque busca descubrir y desarrollar su propia voz poética, reconoce y se enorgullece de la influencia que Don Antonio Machado ha tenido en él.

En la actualidad participa en la Tertulia Literaria del Grupo “Rio Arillo” (San Fernando), en la Tertulia Literaria “Puerta abierta a la imaginación” (Cádiz)  y en el Ateneo Literario de Cádiz.


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“SER POETA”

Ser poeta
es abrir una ventana
por donde poder respirar.
Para un sordo sería oír la mañana,
para un ciego ver la mar.
Ser poeta
es detenerse en el camino
y no querer ¡nunca! llegar;
es pretender lo posible
y alcanzar lo imposible.
Ser poeta
ha sido y es mi sino,
como lo son tus labios:
el final de mi destino.



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“LA PRIMA DE MI GUITARRA”
Hoy se ha roto
la prima de
mi guitarra.

Y, ¡mira tú! por donde,
todo está cerrado en mi barrio,
no hay nada abierto
porque es domingo.

Hoy mi guitarra
está muda,
y no quiere
que mis manos
la tañe.

Yo le he preguntado
si desea que le ponga
un trozo de tanza,
de las que yo uso
en mi carrete de pesca.
Y así, de este modo,
¡conocería! todas
las melodías de la mar.

Ella, reía en su tristeza y,
me decía pesarosa:
- No sonará como debe,
no sirven las cuerdas
de pescar.

Pero, hoy, mi guitarra
se ha dejado por mí llevar.
Hoy huele como la vaciante
en las tardes de mayo.

Y Ella me cuenta los secretos
del arrecife,
de sus naufragios
y levanteras.

Hoy mi guitarra
es menos flamenca
pero más marinera,
más salada,
y caletera.

Sus cuerdas
resuman cristales
blancos y rosados,
y con ellos en su interior
quiere hacer un montón de sal.

Mi guitarra
salinera,
ya si se deja tocar.




                                        

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